El inútil hábito de preocuparnos

El inútil hábito de preocuparnos

“La preocupación, es una emoción y un estado mental que surge cuando uno se siente inquieto o ansioso por algo, especialmente por el futuro o posibles problemas. Implica pensamientos repetitivos y obsesivos sobre cosas que podrían salir mal. La preocupación es más un estado mental, mientras que la ansiedad puede incluir síntomas físicos.” (“The New York Times. La diferencia entre preocupación, estrés y ansiedad”).

“¡Maldita preocupación!

La preocupación es una emoción que aparece cuando uno mira hacia adelante y se anticipa negativamente sin ningún tipo de base. Dicho de otra manera, significa pensar en términos de ‘¿Qué pasaría si?’, o aún más claro, en término de ‘¿Y si?’. Los ejemplos podrían ser infinitos: ¿Y si no encuentro novio? ¿Y si me pierden las maletas en el aeropuerto? ¿Y si repruebo el examen? ¿Y si tengo cáncer en los próximo años? ¿Y si me pongo nervioso en la entrevista? ¿Y si no encuentro lugar para estacionarme? El secreto del mal funcionamiento de los ‘¿Y si?’, es que provoca que el cerebro se centre plenamente en los aspectos negativos de una situación futura. La verdad es que el cerebro puede ser muy bueno haciéndose películas con los ‘¿Y si?’. Hay un esfuerzo tremendo de creatividad e imaginación que sólo nos hacen daño de manera innecesaria. El resultado de toda esta maquinaria anticipatoria, es una especie de ‘angustia del futuro’ que no aporta absolutamente nada, salvo los molestísimos síntomas de la angustia.

En esta escena de la película ‘Annie Hall’, Woody Allen nos enseña un buen ejemplo de una de las consecuencias de la preocupación: el pesimismo.” (“Filmoterapia. Cine, coaching y psicología. Emociones inútiles, la preocupación”).

Características y efectos negativos.

“La preocupación, se caracteriza por ser una emoción frecuente que surge ante la incertidumbre del futuro, a menudo acompañada de pensamientos negativos y obsesivos. Se manifiesta en la mente, no en el cuerpo, y puede afectar la concentración, el sueño y la alimentación. La preocupación puede ser un mecanismo adaptativo en situaciones de amenaza, pero puede volverse patológica si se vuelve excesiva e interfiere en la vida diaria. Características principales de la preocupación:

  • Pensamientos repetitivos y obsesivos. La preocupación suele manifestarse como una serie de pensamientos negativos y repetitivos sobre eventos futuros o posibles problemas.
  • Dificultad para concentrarse. La mente puede estar tan absorta en las preocupaciones que dificulta la atención en tareas cotidianas.
  • Cambios en el sueño y alimentación. La preocupación puede generar insomnio, falta de apetito o, en algunos casos, aumento de la ansiedad asociada a la comida.
  • Sentimientos de ansiedad, frustración, nerviosismo o miedo. La preocupación puede desencadenar una variedad de emociones negativas, como ansiedad, frustración, nerviosismo o incluso miedo.
  • Tensión muscular permanente. En algunos casos, la preocupación excesiva puede manifestarse como tensión muscular constante en el cuerpo.
  • Evitación de situaciones que generan ansiedad. Las personas con preocupación excesiva pueden evitar situaciones que desencadenan o empeoran sus preocupaciones.
  • Impacto en la vida diaria. La preocupación excesiva puede interferir en la vida social, laboral o familiar de la persona, generando un deterioro en su bienestar.
  • Valoración extrema de los acontecimientos. Las personas que se preocupan demasiado tienden a valorar los acontecimientos de forma extrema, centrándose en los aspectos negativos y posibles problemas.
  • Dificultad para poner en práctica soluciones. A pesar de tener la capacidad de analizar problemas y encontrar soluciones, las personas que se preocupan demasiado pueden tener dificultades para ponerlas en práctica.
  • Poca tolerancia a la incertidumbre. La preocupación puede ser más pronunciada en personas que tienen poca tolerancia a la incertidumbre y prefieren tener el control de los acontecimientos.

En resumen, la preocupación es una emoción compleja que puede ser normal y útil en ciertas situaciones, pero que puede volverse perjudicial si se vuelve excesiva y causa problemas de salud y bienestar. Si la preocupación te está afectando, buscar ayuda profesional puede ser una opción para aprender a manejarla y reducir su impacto en tu vida.” (“Qué hacer ahora. Preocupación”).

“Tipos de preocupaciones.

Las preocupaciones del ser humano son diversas y abarcan diferentes áreas de la vida, desde la salud y la seguridad hasta la economía y las relaciones sociales. En esencia, las preocupaciones son pensamientos o imágenes sobre una amplia gama de temas que pueden generar inquietud, ansiedad o temor. Y éstas pueden ser:

  • Salud y bienestar. Preocupaciones sobre la salud propia o la de familiares, incluyendo enfermedades, accidentes, tratamientos, etc.
  • Seguridad y protección. Temor por la propia seguridad personal, la de los seres queridos y la de la comunidad, incluyendo la violencia, el crimen, catástrofes naturales, etc.
  • Finanzas y economía. Preocupaciones por el dinero, el trabajo, la estabilidad financiera, el desempleo, la inflación, etc.
  • Relaciones interpersonales. Preocupaciones por las relaciones familiares, de amistad, amorosas, laborales, etc., incluyendo conflictos, celos, abandono, etc.
  • Futuro y planificación. Preocupaciones por el futuro propio, el de los hijos, el de la sociedad, la educación, la carrera profesional, el retiro, etc.
  • Sociales y políticas. Preocupaciones por los problemas sociales, las desigualdades, la corrupción, las políticas gubernamentales, etc.

Factores que influyen en las preocupaciones.

  • Experiencias pasadas. Eventos traumáticos o negativos pueden generar preocupaciones recurrentes.
  • Personalidad. Algunas personas son más propensas a la preocupación que otras.
  • Estado de salud. El estrés, la ansiedad y la depresión pueden potenciar las preocupaciones.
  • Circunstancias externas. Eventos inesperados o crisis pueden desencadenar preocupaciones.
  • Cultura. Las preocupaciones pueden variar según la cultura y las prioridades sociales.

Consecuencias de la preocupación excesiva.

  • Problemas de salud. Las preocupaciones excesivas pueden causar dolores de cabeza, problemas de sueño, tensión muscular, problemas gastrointestinales, etc.
  • Problemas emocionales. La preocupación excesiva puede llevar a la ansiedad, la depresión, la ira, el miedo, la tristeza, etc.
  • Problemas sociales. La preocupación excesiva puede afectar las relaciones interpersonales, la comunicación, la capacidad de tomar decisiones, etc.
  • Problemas laborales. La preocupación excesiva puede afectar la concentración, la productividad, la creatividad, etc.” (“Actúa. Psicología. Preocupaciones que se convierten en problemas”)

Hábitos de las personas que no se preocupan.

“Está claro que hay algunos tipos de personalidad que están más ligados a la preocupación que otros. Y aunque todo el mundo se preocupa de vez en cuando, es posible que se preocupe tanto que empiece a tener un impacto notable en su vida diaria. Pero incluso si te preocupas, no estás condenado; hay una serie de estrategias efectivas que los que se preocupan pueden usar para detener el ciclo, así como algunos rasgos comunes que comparten las personas que no están empantanadas por el hábito de preocuparse. ¿Cuáles son?

  1. Se centran en el presente. Quizás una de las mayores diferencias entre los que se preocupan y los que no se preocupan es la capacidad de permanecer en el presente y no empantanarse con cosas que aún no han sucedido. Los que no se preocupan son capaces de ver un problema y reconocer qué solución debe implementarse.
  2. Practican la atención plena. Puede ayudar a desviar la atención de un problema hipotético que podría desarrollarse en el futuro.
  3. Están más dispuestos a correr riesgos. Mientras que a los que se preocupan les cuesta tomar decisiones (les toma mucho tiempo porque pueden quedar paralizados por todos los posibles resultados negativos). Los que no se preocupan están más dispuestos a probar soluciones a un problema, incluso si es posible un mal resultado; también son más flexibles en la forma en que piensan sobre las cosas, por lo que no se quedan atrapados en una rutina de pensamientos negativos.
  4. Tienen un sentido de la perspectiva. Los que no se preocupan pueden distanciarse de una situación para ganar perspectiva.
  5. Llegan a la raíz de su preocupación. Es muy importante descubrir cuál es el problema real para detener el ciclo de preocupación. Es importante pasar de la generación de problemas, que es lo que tienden a hacer los que se preocupan, a la resolución de problemas.
  6. No dejan de preocuparse, simplemente asignan tiempo para ello. Una estrategia recomendada se llama: la ‘silla de preocupaciones’. Funciona así: reserve un tiempo de 15 minutos durante el día en el que pueda pensar y reflexionar sobre sus preocupaciones por su cuenta. No se preocupe fuera de esos 15 minutos y asegúrese de pasar su sesión de preocupación en el mismo lugar todos los días.
  7. Tienen confianza en que pueden manejar cualquier cosa que se les presente.
  8. Tienen la capacidad de ver resultados positivos en situaciones aparentemente sombrías. Los que no se preocupan pueden ver que podría haber un resultado positivo para un evento negativo.
  9. Se hacen las preguntas correctas. ¿Es mi problema? ¿Tengo algún control sobre ello? ¿Ya he hecho todo lo que puedo al respecto? ¿Y es inminente? Si no es inminente, entonces no hay razón para preocuparse por eso ahora.
  10. Saben percibir sus emociones negativas. Las personas que tienen una perspectiva psicológica más saludable, tienden a ver las emociones negativas como una señal de que lo que sea que esté causando esas emociones, ya sean relaciones, trabajo o pagos, necesitan atención. Usan las emociones para tomar decisiones informadas.” (“Camp Kupugani. 10 hábitos de las personas que nunca se preocupan”).

Nuestra alocada y tormentosa preocupación.

La preocupación es una ocupación anticipada, pero a nivel mental. La pregunta esencial es, ¿en este momento existe el problema? Si la respuesta es afirmativa, entonces nos ocupamos en cómo resolverlo; siempre y cuando esté dentro de nuestra área de influencia. Nuestra imaginación juega un papel muy importante en la preocupación, porque empezamos a imaginar posibles escenarios negativos para una situación específica. Si no le ponemos límites a nuestra imaginación, terminamos angustiados sin justificación alguna. En este mismo orden de ideas, se aplica lo que escribió Santa Teresa de Jesús, al expresar que “la imaginación es la loca de la casa”. Tenemos que ocuparnos en lugar de preocuparnos.

Eduardo Rafael Flores Zazueta

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