Reconozco y Acepto mi Sombra y la Integro a mi Consciencia
El escritor británico Robert Luis Stevenson, describe en su electrizante novela “El extraño caso del Dr. Jekyll y el señor Hyde”, los impulsos profundos e instintivos que asaltan y doblegan a nuestra juiciosa razón: “Tampoco puedo decir que me cansara de mi vida inocente y caritativa, pues creo que, por el contrario, disfrutaba más de ella cada día; pero seguía sufriendo mi dualidad interior, y tan pronto como pasó el primer impulso de penitencia, el lado más bajo de mi personalidad, tanto tiempo en libertad y tan recientemente encadenado, empezó a rugir pidiendo licencia. No es que soñara con resucitar a Hyde. La sola idea me inspiraba auténtico horror. No. Fue en mi propia persona donde sufrí la tentación de jugar con mi conciencia, y fue como un pecador normal, secreto, cuando al fin caí ante los asaltos de la tentación.” (Página 39. Op. cit.).
¿Qué es la sombra?
El ilustre médico psiquiatra, psicólogo y ensayista suizo, Carl Gustav Jung, escribió, “Cada uno de nosotros proyecta una sombra, tanto más oscura y compacta cuanto menos encarnada se halle en nuestra vida consciente. Esta sombra constituye, a todos los efectos, un impedimento inconsciente que malogra nuestras mejores intenciones”. Y William Shakespeare, el genial dramaturgo, poeta y actor inglés, exclamó: “Esta cosa oscura que reconozco mía”.
El terapeuta junguiano, escritor, consejero y consultor, Jeremiah Abrams, nos introduce en su excelente obra compilatoria “Encuentro con la sombra. El poder del lado oscuro de la naturaleza humana”, basada en los escritos de figuras tan importantes como las de Carl G. Jung, Joseph Campbell y Ken Wilber. “Cada uno de nosotros lleva consigo un Dr. Jekyll y un Mr. Hyde, una persona afable y una entidad tenebrosa. Bajo la máscara del Yo consciente se ocultan todo tipo de emociones y conductas negativas: rabia, celos, resentimiento, codicia, lujuria, mentira, tendencias asesinas y suicidas. Este territorio inexplorado de nosotros mismos, es conocido en psicología como la sombra personal.
Todo el mundo tiene una sombra, contrapartida de su ego. Una sombra que comienza ya a desarrollarse en la infancia, a través de la educación, cuando negamos la parte oscura de nosotros mismos y fingimos identificarnos con nuestros ideales; una sombra que permanece siempre al acecho y que emerge con fuerza en cualquier momento. Así, por ejemplo, cuando sentimos un inexplicable sentimiento de antipatía hacia alguien, o cuando descubrimos un rasgo inaceptable en nosotros mismos, o cuando repentinamente nos invade el odio, la envidia, la vergüenza. Encontrar la propia sombra, enfrentarse con ella, aprovechar su poderosa energía, todo ello pertenece a la autorrealización más profunda del ser humano”.
Son muchas las fuerzas que coadyuvan a la formación de nuestra sombra y determinan lo que está permitido y lo que no lo está. Los padres, los parientes, los maestros, los amigos y los sacerdotes constituyen un entorno complejo en el que aprendemos lo que es una conducta amable, adecuada y moral y lo que es un comportamiento despreciable, bochornoso y pecador. La sombra opera como un sistema psíquico autónomo que perfila lo que es el Yo y lo que no lo es. Cada cultura e incluso cada familia, demarca de manera diferente lo que corresponde al ego y lo que corresponde a la sombra. Algunas, por ejemplo, permiten la expresión de la ira y la agresividad, mientras que la mayoría, por el contrario, no lo hacen así; unas reconocen la sexualidad, la vulnerabilidad y las emociones intensas y otras no; unas, en fin, consienten la ambición por el dinero, la expresión artística y/o el desarrollo intelectual mientras que otras, en cambio, apenas si las toleran. En cualquiera de los casos, todos los sentimientos y capacidades rechazados por el ego y desterrados a la sombra, alimentan el poder oculto del lado oscuro de la naturaleza humana. No todos ellos, sin embargo, son rasgos negativos.
El encuentro con la sombra.
Pero aunque no podamos contemplarla directamente la sombra aparece continuamente en nuestra vida cotidiana y podemos descubrirla en el humor (en los chistes, o en las payasadas, por ejemplo) que expresan nuestras emociones más ocultas, más bajas, o más temidas. Cuando algo nos resulta muy divertido -el resbalón sobre una cáscara de plátano, o el descubrimiento de un tabú corporal-, también nos hallamos en presencia de la sombra. Según John A. Sanford, la sombra suele ser la que ríe y se divierte, por ello, es muy probable que quienes carezcan de sentido del humor tengan una sombra muy reprimida.
También podemos reconocer la irrupción inesperada de la sombra, cuando nos sentimos abrumados por la vergüenza o la cólera, o cuando descubrimos que nuestra conducta está fuera de lugar. Pero la sombra suele retroceder con la misma prontitud con la que aparece, porque descubrirla puede constituir una amenaza terrible para nuestra propia imagen. Es precisamente por este motivo que rechazamos tan rápidamente -sin advertirlas siquiera – las fantasías asesinas, los pensamientos suicidas, o la embarazosa envidia que tantas cosas podría revelarnos sobre nuestra propia oscuridad. R. D. Laing describía poéticamente este reflejo de negación de la mente del siguiente modo: ‘El rango de lo que pensamos y hacemos está limitado por aquello de lo que no nos damos cuenta. Y es precisamente el hecho de no darnos cuenta de que no nos damos cuenta lo que impide que podamos hacer algo por cambiarlo. Hasta que nos demos cuenta de que no nos damos cuenta seguirá moldeando nuestro pensamiento y nuestra acción’. Si la negación persiste, como dice Laing, ni siquiera nos daremos cuenta de que no nos damos cuenta. Es frecuente, por ejemplo, que el encuentro con la sombra tenga lugar en la mitad de la vida, cuando nuestras necesidades y valores más profundos tienden a cambiar el rumbo de nuestra vida determinando incluso, en ocasiones, un giro de ciento ochenta grados y obligándonos a romper nuestros viejos hábitos y a cultivar capacidades latentes hasta ese momento. Pero a menos que nos detengamos a escuchar esta demanda permaneceremos sordos a sus gritos.
La depresión también puede ser la consecuencia de una confrontación paralizante con nuestro lado oscuro, un equivalente contemporáneo de la noche oscura del alma de la que hablan los místicos. Pero la necesidad interna de descender al mundo subterráneo, puede ser postergada por multitud de causas, como una jornada laboral muy larga, las distracciones o los antidepresivos que sofocan nuestra desesperación. En cualquiera de estos casos el verdadero objetivo de la melancolía escapa de nuestra comprensión. Encontrar a la sombra nos obliga a ralentizar el paso de nuestra vida, escuchar las evidencias que nos proporciona el cuerpo y concedernos el tiempo necesario para poder estar solos y digerir los crípticos mensajes procedentes del mundo subterráneo. […]
Recuperar la sombra.
El descubrimiento de la sombra, tiene por objeto fomentar nuestra relación con el inconsciente y expandir nuestra identidad compensando, de ese modo, la unilateralidad de nuestras actitudes conscientes con nuestras profundidades inconscientes. Según el novelista Tom Robbins ‘descubrir la sombra nos permite estar en el lugar correcto del modo correcto’. Cuando mantenemos una relación correcta con la sombra el inconsciente deja de ser un monstruo diabólico ya que, como señalaba Jung, ‘la sombra sólo resulta peligrosa cuando no le prestamos la debida atención’.
Cuando mantenemos una relación adecuada con la sombra, reestablecemos también el contacto con nuestras capacidades ocultas. El trabajo con la sombra, un término acuñado para referimos al esfuerzo constante por desarrollar una relación creativa con la sombra, nos permite:
- Aumentar el autoconocimiento y en consecuencia, el aceptarnos de una manera más completa.
- Encauzar adecuadamente las emociones negativas que irrumpen inesperadamente en nuestra vida cotidiana.
- Liberamos de la culpa y la vergüenza asociadas a nuestros sentimientos y acciones negativas.
- Reconocer las proyecciones que tiñen de continuo nuestra opinión de los demás.
- Sanar nuestras relaciones mediante la observación sincera de nosotros mismos y la comunicación directa.
- Utilizar la imaginación creativa, vía sueños, pintura, escritura y rituales, para hacernos cargo de nuestro yo alienado.” (Págs.7-9 y 13. Op. cit. “Introducción: El Lado Oscuro de la Vida Cotidiana”, por Connie Zweig y Jeremiah Abrams).
La iluminación espiritual, consiste en expandir nuestra consciencia hasta llegar a la consciencia plena; es decir, la sombra, los impulsos del inconsciente, dejan de ser, dejan de existir. ¿Qué es la oscuridad?, “la oscuridad representa la ausencia de luz, lo que origina que las personas no puedan visualizar correctamente los objetos que están a su alrededor, inclusive a otras personas”; aunque ésta es una definición física, aplica perfectamente en el tema que nos ocupa. El genial psicólogo Carl G. Jung, lo expresó con una claridad meridiana: “Nadie se ilumina fantaseando figuras de luz, sino haciendo consciente su oscuridad”.
La única forma de llegar a esa consciencia plena, es el dejar de identificarnos con nuestros pensamientos, provenientes del ego, que tiende a justificarnos y convertirnos desde nuestro Espíritu, en observadores; pero no debe de existir el autoengaño. Eckhart Tolle, guía espiritual y escritor alemán, en su obra “El Poder del Ahora. Un Camino hacia la Realización Espiritual”, escribió: “Si no hay una emanación de amor y alegría, presencia completa y apertura hacia todos los seres, entonces no hay iluminación. Otro indicador es cómo actúa una persona en situaciones difíciles o amenazadoras, o cuando las cosas ‘van mal’. Si su ‘iluminación’ es autoengaño del ego, entonces la vida pronto le ofrecerá un reto que sacará a flote su falta de consciencia en cualquier forma, como miedo, ira, actitud defensiva, juicio, depresión, etcétera”. En este mismo sentido, Ramiro A. Calle, uno de los pioneros del Yoga en España, de manera punzante remataría: “Si te crees un iluminado, ve a visitar a la familia”.
Eduardo Flores Zazueta
2 comentarios en "Reconozco y Acepto mi Sombra y la Integro a mi Consciencia"
Muchas gracias por compartir la información. Muy interesante y me encantó el remate: “Si te crees un iluminado, ve a visitar a la familia”.
Gracias Lety.