El Ombligo, como un Centro Universal
El Ombligo, es el Centro Anatómico del Ser Humano y de allí se desprenden otros Centros: el Erótico, el Místico, el Energético, el Mitológico, el Religioso, el Geográfico y el Cósmico. “El ombligo ha sido, desde tiempos remotos en el Viejo Mundo, el símbolo del centro. A partir de ese centro se creía que se había realizado la creación del mundo. Se sabe de la existencia de este símbolo en muy diversos pueblos. Su colocación en un lugar escogido otorgaba su sacralización y lo convertía en el centro del mundo. El historiador y geógrafo griego Pausanias escribió sobre el Ónfalo y decía de él que era el símbolo del centro cósmico donde se crea la comunicación entre el mundo de los hombres, el mundo de los muertos y el de los dioses.” (“Wikipedia. Ónfalo”).
Nuestro Ombligo.
“El ombligo es la cicatriz que queda tras la rotura del cordón umbilical en el recién nacido. Suele ser una depresión en la piel. También recibe el nombre de ombligo la región umbilical, es decir, la zona del abdomen que rodea al ombligo propiamente dicho.” (“Wikipedia. Ombligo”). “El ombligo es el punto central natural del cuerpo humano. Si se coloca un hombre boca arriba, con las manos y los pies estirados, situando el centro del compás en su ombligo y trazando una circunferencia, esta tocaría la punta de ambas manos y los dedos de los pies.” Además, el cuerpo humano resuelve uno de los problemas clásicos de la matemática antigua: la cuadratura del círculo. “La figura circular trazada sobre el cuerpo humano nos posibilita el lograr también un cuadrado: si se mide desde la planta de los pies hasta la coronilla, la medida resultante será la misma que se da entre las puntas de los dedos con los brazos extendidos.” (“Wikipedia. Hombre de Vitruvio”).
Centros de Creación y de Regeneración.
El genial investigador ítalo-mexicano Gutierre Tibón, en su magnífica obra: “El ombligo, como centro cósmico. Una contribución a la historia de las religiones”; en ella redacta lo siguiente: “En el principio era el ombligo. No, antes del principio, según el Rig Veda: el germen del mundo descansaba sobre el ombligo de lo increado. El Midrash dice que Dios creó el mundo al igual que el ser nacido de mujer: desde el ombligo. El centro del mundo es el ombligo, por la comparación del microcosmo humano con el macrocosmo universal. Antes de identificar la tierra con su ombligo, el hombre lo descubre en el cielo: la Estrella Polar es el ombligo del firmamento, guía nocturna de nuestros lejanos antepasados en las soledades de los continentes vacíos. La creencia de que la tierra es el centro del universo perdura durante milenios; era dogma de la Iglesia todavía en 1835, tres siglos después de Galileo. Desde luego, centro y ombligo se equivalen; y en la cosmogonía de los antiguos, en ambos mundos, el centro-ombligo es el lugar sacratísimo de la creación, el único punto donde es posible la comunicación con la morada de los muertos y de los dioses: cielo e inframundo.
El ombligo se vincula con un sinnúmero de conceptos mágicos, místicos y míticos; su estudio es parte importante de la historia de las religiones y, con eso, del pensamiento filosófico. En el ámbito de los símbolos el ombligo es avasallador. El más conocido es el de la piedra, en Delfos, centro del mundo; he contado veintiséis más, desde Japón hasta la Isla de Pascua. Una piedra-ombligo figura en el escudo de México. Abundan los montes: el Meru Nabhiam de la India es tan ombligo como el Tabor, el Sinaí de los hebreos y el Xico de los mexicanos. Regiones enteras consideradas ombligos de la tierra son Grecia, Israel y parte del Petén, en Centroamérica, que un misionero del siglo XVII llama ‘ombligo del mundo’.
Ombligos simbolizados por agujeros, hondonadas o grutas se encuentran en Célebes, Nuevo México y Mesoamérica. Ombligos-islas son Sri Lanka o sea Ceilán, umbilicus orbis; la Ogigia de Homero, la islita del lago de Texcoco donde se fundó el imperio azteca y la del Sol, en el lago Titicaca, donde se fundó el imperio inca; la Isla de Pascua, Te Pito te Henúa, ‘el ombligo del mundo’. Ombligos-lagos se encuentran en Italia: el Averno, el Lacus Cutiliae; y en México, los de Pátzcuaro y Cajititlán. Ombligos-plantas son los árboles de la vida en la India y los del mundo, no menos frondosos, en Siberia; el hongo divino de los Vedas; la Amanita muscaria conocida como Soma; la flor de loto budista; la ceiba de los mayas y el palo volador mesoamericano. Ombligos-oráculos, el de Delfos, el Carmelo, el de Amón en África y el de Achiutla en México.
La fuente de Jacob, en Israel, es llamada umbilicus terrae. Entre los ombligos-templos hay que recordar el de Jerusalén, el de Constantinopla, y el Tlalxicco en el teocalli mayor de México. Descuellan, entre los lugares volcánicos umbilicales, Enna en Sicilia, Thermos en Grecia; los ya mencionados Cutiliae y Averno en Italia y los propios pavorosos volcanes Gunang-Anang, de Bali y Xitle, de México, este último ‘ombligo’ en náhuatl. Muchas son las ciudades-ombligo. Nací en una, Milán, ─tierra del medio─, sinónimo de ombligo, comparte con cincuenta y cuatro Mediolanum más en el mundo céltico. Encuentro veinte ciudades-ombligo en Grecia y Asia Menor; más al oriente están Jerusalén, la Meca, Nínive, Babilonia, Delhi y Pequín. Vivo en el Ombligo de la Luna, México; y en este hemisferio son ciudades umbilicales Cuzco y Tiahuanaco, capitales de otros imperios americanos.
Desde el ombligo se proyecta e irradia su manifestación en las cuatro direcciones del universo; él mismo es la quinta, vertical. Corresponde a la cifra uno en el quincunce cristiano y al cinco en el mesoamericano. Entre los aztecas el cielo más alto, el treceno, donde mora el dios creador, es el tlalxicco, ‘ombligo del mundo’. Para hindúes y budistas, hebreos y griegos, el ombligo es el principio de todo: ya que por él comienza a enraizar el embrión; en tanto que los polinesios lo consideran el fin. Según ellos el ser humano termina su gestación, nace, se separa de su madre, y el ombligo es la marca de su perfecto acabamiento.
El ombligo es círculo y rectángulo, infierno y paraíso, corazón del cielo, lugar de sacrificio, emblema de virtud y de vicio, cáliz de licor y polen de rosa (esta última misteriosa acepción se debe a Aristóteles). Del ombligo emana el fuego divino. Es el centro de la respiración y de la rosa de los vientos. Es símbolo del útero, pero también estrella: la Polar, eje del universo. Precisamente para colocarse en el eje cósmico, donde es posible la comunicación con el mundo de los dioses (cielos e infiernos), tantos adoratorios y santuarios, de pueblos y ciudades, han surgido en los centros umbilicales: sin que la autenticidad de uno menoscabe la de los demás. Aquí pisamos un terreno más firme; entramos en el dominio de la geografía, ciencia exacta. Desde épocas inmemoriales el ombligo, por su emplazamiento en el cuerpo humano, se ha vuelto símbolo del centro: de cualquier centro, terrestre, celeste o imaginario, en su proyección cosmogónica.” (Págs. 11-12. Op. cit.).
En el nombre de México.
“El hecho de que la islita en que los aztecas fundan la capital de su imperio esté en el lago de la Luna pareció decisivo a Alfonso Caso para explicar el nombre de México. En su ensayo ‘El águila y el nopal’ (1946), decía: ‘Tenochtitlan es la ciudad fundada en el centro del Metztliapan, que rememora aquel otro lago que rodeaba la isla de Aztlán […] Allí estaba la isla que se llamaba México […] de metztli (luna), xictli (ombligo, centro) y co (lugar), dando en su composición ‘en el centro de la Luna’, por ‘el centro del lago de la Luna’, que es como se llamaba el gran lago de México’. […] El xictli de la segunda sílaba no es, pues, un centro, sino literalmente un ombligo, centro místico y no geográfico como lo demuestro en el curso de este estudio y en mi libro ‘El ombligo, centro cósmico’ (1975).” (Pág. 83. “Historia del Nombre y de la Fundación de México”. Gutierre Tibón).
Como un centro energético.
El tercer Chakra (del sanscrito, rueda o disco giratorio), denominado Manipura (Nabhi-Padma). “Es el loto del ombligo, llamado así porque es la emanación del plexo solar un poco más abajo del epigastrio. La Ciudad de la Joya es de color rojo con 10 pétalos dorados.” (Pág. 240. Yug Yoga Yoghismo. Una Mathesis de Psicología. Dr. Serge RaYNaud de la FerRIère). “Está ubicado en el área del punto del ombligo y físicamente se relaciona con el hígado, vesícula biliar, bazo, órganos digestivos, páncreas y suprarrenales. Es el centro de energía de la voluntad, de un sentido de control y coordinación. Se asocia con la región alrededor del punto del ombligo. De los tres chakras que conforman lo que se llama el Triángulo Inferior, este es el más sutil.” (“Maas Yoga. Tercer Chakra: Manipura”). En la Toltequidad a los Centros Energéticos se les llama Cuecueyos, del náhuatl, espirales resplandecientes: “Con nuestros Cuecueyos iluminamos al mundo. En el sitio donde están nuestras luminarias, allí tenemos luz”. (Códice Matritense). Al tercer centro, lo llaman Pamit o Pantli, Bandera. (“Kinam”).
En la Toltequidad.
“Los tres mandamientos de Ketsalkoatl tenían por objeto ubicar al hombre en su Shiktli, centro, el cual era entendido como una fusión dinámica de lo divino y lo humano, lo particular y lo social. El concepto de Shiktli (que literalmente significa ombligo) contenía además las ideas de atención, nobleza y concentración, evidentes en las siguientes expresiones idiomáticas de la lengua nawatl:
• Nikan noshiktli, aquí en mi ombligo, es decir, ‘estoy concentrado’.
• Nino shikkawa, he perdido mi ombligo, es decir, ‘he cometido un descuido’.
• Ni shikwatsi, se me ha caído el ombligo, ‘he perdido la honra’.
Pero el centro no se concebía como un punto estático, sino como un espacio donde tenía lugar una forma especializada de movimiento, una conversión de la energía. Las ideas de ‘estar en el propio centro’ y ‘avanzar en sentido correcto’ eran equivalentes.” (Pág. 72. “Kinam, El Poder del Equilibrio”. Frank Díaz).
En el Taoísmo.
No en vano, los taoístas chinos, han considerado al ombligo humano, como el segundo cerebro, el tan tien o dan tien inferior, y es el lugar esencial para generar la energía vital, el qi o chi, de nuestro cuerpo, para mantener estables a todas nuestras funciones físicas y psíquicas. El Maestro Taoísta Mantak Chia, escribió: “El ombligo actúa como el generador de electricidad que abastece a todos los demás puntos. Los taoístas consideraban el ombligo, la tierra o la raíz del cuerpo. Es el origen de la energía: el feto se desarrolla a partir del ovulo fertilizado, y se une a la vida por medio de su cordón umbilical. Después del nacimiento la energía circundante continúa entrando por la misma área. El ombligo es también el lugar donde tiene origen la respiración”. (Pág. 63. “Despierta la Energía Curativa a través del Tao. El Secreto Taoísta para hacer Circular la Energía Interna”).
En Yoga.
Las células madre hematopoyéticas, que se obtienen de los cordones umbilicales de los bebés, actualmente son utilizadas en una gran variedad de tratamientos para enfermedades debilitantes y potencialmente mortales. Desde el punto de vista energético, también tenemos el equivalente a un “cordón umbilical”; si utilizamos la energía de la zona del ombligo, ésta regenera totalmente al organismo. Uno de los textos clásicos de Hatha Yoga, el “Gheraṇḍa Saṃhitā”, describe lo siguiente: “Uḍḍiyānabandha: contraer el abdomen tanto por encima como por debajo del ombligo. Empujarlo hacia detrás, de manera que los órganos abdominales se aplasten contra la columna vertebral. Quien practique este vuelo (uḍḍiyāna) continuamente, vencerá la muerte. Gracias a esta técnica, el ‘gran pájaro’ (haṃsa), la fuerza vital (prāṇa), es forzada insistentemente a ‘volar hacia arriba’ (uḍḍina), es decir, a ascender a lo largo del canal central (suṣumnānāḍi). Entre todos los bandhas, éste es el mejor. Con su práctica completa se facilita la liberación”. (Op. cit. Capítulo Tercero. Slokas 10 y 11).
Como hemos visto en el desarrollo de este tema, los seres humanos estamos involucrados e integrados en todas las expresiones y manifestaciones del Cosmos, aunque no seamos conscientes de ello. Nuestros ancestros lo sabían y participaban activamente en el desarrollo de la Madre Tierra y en la evolución del Universo; por eso realizaban ritos. La palabra rito, proviene del sánscrito rita, que significa, orden; ley divina; himno y oración. En este sentido y exclusivamente en este sentido, le doy total validez a la famosa frase del filósofo griego presocrático, Protágoras de Abdera: “El hombre es la medida de todas las cosas”.
Eduardo Flores Zazueta