La Religiosidad es múltiple, pero la Espiritualidad es única

La Religiosidad es múltiple, pero la Espiritualidad es única

“Aunque no existe un consenso académico sobre qué constituye exactamente una religión, el teólogo canadiense Bernard Lonergan, se aproxima a la religión, como un conjunto de experiencias, significados, convicciones, creencias y expresiones de un grupo, a través de las cuales sus participantes responden a sus dialécticas de autotrascendencia y relación con la divinidad.” “La espiritualidad se refiere a la búsqueda de significado, trascendencia y conexión con algo más grande que uno mismo. Se podría llegar a definir, como una dimensión interna de la experiencia humana que va más allá de lo que consideramos material y tangible. Proporciona un sentido de propósito, paz interior y bienestar emocional. Cada persona puede encontrar su propia forma de vivir su espiritualidad, ya sea a través de creencias religiosas específicas o de una conexión personal con lo trascendente.” (“Profe Recursos. La Espiritualidad”).

Tipos de Religiones.

Por concepción teológica.

Teísmo: es la creencia en una o más deidades. Dentro del teísmo cabe distinguir entre:

  • Monoteístas. Aquellas religiones que afirman la existencia de un solo dios, que a menudo es el creador del universo. Las religiones monoteístas más numerosas son el cristianismo, islam y sijismo; seguidas por el judaísmo, bahaísmo noajísmo y el zoroastrismo27​28​29​30​
  • Politeístas. Creen en la existencia de diversos dioses organizados en una jerarquía o panteón, como ocurre en el hinduismo, el shinto japonés, o las antiguas religiones de la humanidad como la griega, la romana o la egipcia. Pueden ser incluidas creencias a veces calificadas como animistas como el vudú del oeste de África, que contempla espíritus existentes en los elementos de la naturaleza pero también diversas deidades. También cabe incluir aquí la mayoría de corrientes del neopaganismo moderno.
  • Henoteístas. El orientalista alemán Max Müller acuñó este término en el siglo xix para referirse a la creencia en un solo dios en la que se admiten otras deidades, como sucedía en la antigua religión egipcia, especialmente con Akenatón. Aunque ya en la época de Muller resultó un término problemático, quedó con el tiempo incluido académicamente dentro de politeísmo, panteísmo, etc., dependiendo del caso histórico. Actualmente, algunas sectas y cultos neopaganos han resucitado el término.
  • Dualistas. Aquellas religiones que suponen la existencia de dos principios o divinidades opuestos y enfrentados entre sí, aunque solo uno de ellos suele ser merecedor de veneración por sus fieles, mientras que el otro es considerado demoníaco o destructivo. Cabe incluir en esta categoría el maniqueísmo y el catarismo.
  • No teístas. Hay religiones como el budismo y el taoísmo que no aceptan o no reconocen la existencia de dioses absolutos o creadores universales, o bien les otorgan funciones menores o muy específicas (como, por ejemplo, la creencia taoísta en el emperador de Jade). En ocasiones, estas deidades son vistas como recursos metafóricos utilizados para referirse a fenómenos naturales o a estados de la mente.
  • Panteísmo. Es la creencia de que el universo, la naturaleza y Dios son equivalentes.
  • Panenteísmo. Es la creencia de que Dios es a la vez inmanente y trascendente al universo o, en otras palabras, que Dios engloba el universo pero no se limita a él.

Por revelación.

Otra división que se utiliza consiste en hablar de religiones reveladas o no reveladas.

  • Las religiones reveladas se fundamentan en una verdad revelada de carácter sobrenatural desde una deidad o ámbito trascendente y que indica a menudo cuáles son los dogmas en los que se debe creer y las normas y ritos que se deben seguir.
  • Las religiones no reveladas no definen su origen según un mensaje dado por deidades o mensajeros de ellas, aunque pueden contener sistemas elaborados de organización de deidades reconociendo la existencia de estas deidades y espíritus en las manifestaciones de la naturaleza.” (“Wikipedia. Religión”).

“El Mito y el Rito en la Experiencia Religiosa.

En las ceremonias religiosas se suelen fusionar las palabras (mito) y las acciones realizadas (rito).Por ello, debemos prestar atención a la estrecha relación existente entre ambos si queremos comprender sus mundos.

Podemos entender el mito como un relato sobrenatural a través del cual se busca ‘encapsular una idea religiosa’. A través del mito, por lo tanto, lo inexplicable se relata y lo incomunicable se comunica. Los mitos no son meros relatos explicativos ni una forma rudimentaria de ciencia, sino un aspecto importante de la vida religiosa. El hombre con ellos expresa ‘la experiencia humana de la realidad trascendente, su relación con la vida del hombre, la conciencia que éste tiene de su radical impotencia y de su absoluta distancia en relación con ella, así como las múltiples intervenciones de ese Misterio sobre su existencia’ .De esta forma, los ritos narran las acciones de los dioses, sus nacimientos, sus luchas contra los oponentes, así como sus actos a favor de los hombres; sólo puede surgir cuando el centro de la religión no está fundamentado en lo ético, mientras el hombre no comprende que debe elegir su propia vida.

El rito, por su parte, tiene que ver con el orden que se establece para una ceremonia religiosa. Son reglas que indican cómo debe actuar el ser humano frente a las cosas sagradas. El término griego que expresa esta idea es drómenon, que puede traducirse como ‘lo hecho’. El rito pudo tener un origen mágico que consistía en el intento de imitar con él aquello que se quería conseguir. Lo realmente importante en cuanto al rito es que, gracias a la práctica comunitaria, lo religioso queda establecido, ya que es precisamente el grupo lo que caracteriza al fenómeno religioso. Es allí, en el culto religioso colectivo, donde las creencias profesadas (mito) y la práctica (rito) se unen, pues la acción ritual va acompañada frecuentemente de determinadas palabras, con el fin de invocar al ser superior y explicar el significado de la acción.” (Pág. 8. “Religiones Comparadas”. Sergio Martín Guerrero).

“Diferencias entre la Religión y la Espiritualidad.

Dado que en general suele creerse que la religión y la espiritualidad son lo mismo, es fundamental explicar la abismal diferencia que existe entre ambas. La palabra ‘religión’ viene del latín ‘religare’, que significa ‘volver a unir lo humano con lo divino’. Evidentemente, hoy en día ese no es -ni mucho menos- el objetivo de las instituciones religiosas que -en mayor o menor medida- siguen pugnando por hacerse con el monopolio del mercado de las almas de este mundo. Por su parte, ‘espiritualidad’ también procede del latín y quiere decir ‘cualidad relativa al alma’. Es la parte intangible, invisible e inmaterial de nuestra condición humana. La que dota de propósito, significado y trascendencia a nuestra existencia. Si de pronto muriéramos y los médicos nos abrieran en canal para hacernos la autopsia encontrarían sangre, huesos, carne y vísceras. Sin embargo, no verían ni rastro de lo que le ha dado sentido a nuestra vida: la felicidad, la paz, el amor… Todo ello es patrimonio del ser esencial, el cual es sinónimo de ‘espíritu’, ‘alma’, ‘consciencia’ o ‘divinidad’.

La espiritualidad es la dimensión interior que nos conecta directamente con la vida, el universo, dios o como queramos llamarlo. Es el aliento que nos insufla y nos llena de vitalidad; aquello que nadie ni nada pueden darnos ni tampoco nos pueden quitar. Y actúa como un trampolín que nos lleva a ir más allá de nosotros mismos, des identificándonos del ego -o yo ilusorio- que otrora pensábamos que definía nuestra identidad. Al fundirnos con ella, nos sentimos unidos y conectados a todo lo que nos rodea. Y nos inunda una sensación de dicha inconmensurable. La religión se apoya en la teología: el estudio racional de dios. En cambio, la espiritualidad tiene que ver con el autoconocimiento y el misticismo, los cuales transforman nuestra forma de vernos a nosotros mismos y de relacionarnos con la vida. Y si bien la religión se articula a través de profetas, instituciones, rituales, liturgias y creencias religiosas, la espiritualidad es laica. Es decir, libre de cualquier corriente o corsé religiosos. Y es que la espiritualidad no es patrimonio del judaísmo, del cristianismo o del islam. Ni tampoco de filosofías orientales como el hinduismo, el budismo, el taoísmo ni de ningún otro ‘-ismo’. La espiritualidad es nuestra naturaleza esencial.

La religión viene de afuera hacia dentro. Suele ser una imposición. Tanto es así, que solemos seguir aquella fe religiosa con la que hemos sido condicionados por nuestro entorno social y familiar desde pequeñitos. De alguna manera nos esclaviza a una forma de pensar que no es nuestra. Esta es la razón por la que la cosmovisión imperante en Occidente sea el cristianismo-catolicismo. En cambio, la espiritualidad viene de adentro hacia fuera. Es el resultado de cultivar nuestra vida interior y de reencontrarnos con nuestro ser esencial. No solo nos libera de nuestro encarcelamiento psicológico y religioso ⎯la pecera conceptual⎯, sino que nos hace sentir seres absolutamente ilimitados. Otra diferencia es que la religión es un conjunto de creencias, supersticiones, ritos, tradiciones, doctrinas, sacrificios, ofrendas, mandamientos y ceremonias basados en la experiencia de otros. Nos obliga a tener fe en algo que no sabemos a ciencia cierta si es verdad o mentira, viviendo en una duda eterna: ¿realmente existe dios? Por el contrario, la espiritualidad no tiene nada que ver con ninguna creencia. Es una cuestión totalmente empírica; podemos verificarla a través de nuestra propia experiencia personal. No es que creamos o dejemos de creer en dios. Sabemos que existe porque lo hemos experimentado en nuestro corazón.

Al haberse institucionalizado, la religión se da demasiada importancia a sí misma, instalándose entre dios y el resto de seres humanos. Hace de intermediaria entre nosotros y el dios-creencia. Fundamentalmente nos desempodera. No en vano, el poder lo tienen los intermediarios: los papas, los obispos, los cardenales, los rabinos, los sacerdotes, los imanes, los curas… Y como consecuencia de esta jerarquía, fomenta creyentes dormidos. En cambio, la espiritualidad nos empodera. Prueba de ello es que nos libera de cualquier intermediario que quiera interponerse entre nosotros y el dios-experiencia. Nos lleva a despertar y a vivir conscientemente. En eso consiste la verdadera redención y salvación. La religión promueve la moral. Nos hace creer que existen un cielo y un infierno en el más allá. Nos llena de temor, vergüenza y culpa. En cambio, la espiritualidad nos inspira a vivir de forma ética, aprendiendo a dar lo mejor de nosotros mismos en cada momento y frente a cada persona. Y no por obtener una recompensa después de nuestra muerte, sino porque obrando de este modo nos sentimos bien con nosotros mismos. Actuando así es como comprehendemos que el «cielo» y el «infierno» son en realidad metáforas psicológicas relacionadas con la felicidad y el sufrimiento que experimentamos en el más acá.

Y entonces, ¿puede haber espiritualidad en la religión? Por supuesto. Millones de personas están conectadas con su dimensión espiritual, la cual practican a través de su religión. Pero para ello es condición sine qua non que haya misticismo más allá del ritualismo y la tradición. Tal es el caso de la ‘cábala’, la interpretación mística del judaísmo; la ‘mística cristiana’, liderada por el Maestro Eckhart, quien fue excomulgado en el siglo XIV por la iglesia católica; el ‘sufismo’, la rama mística del islam; o el ‘zen’, la escuela mística del budismo, que más que una religión es la institucionalización de una filosofía de vida. Así, para vivir una experiencia mística es requisito indispensable que reconectemos con nuestra dimensión espiritual. Cuanto más en contacto estamos con nuestra espiritualidad en general, menos identificados estamos con nuestra confesión religiosa en particular. Y como consecuencia, nos volvemos más abiertos y tolerantes frente a cualquier otro tipo de cosmovisiones. De hecho, el fanatismo y el dogmatismo son un claro síntoma de que no hemos vivido ningún tipo de experiencia espiritual. De ahí que sintamos la necesidad de reafirmarnos, mostrándonos intolerantes ante otras formas de pensar diferentes a la nuestra.

Esta es la razón por la que cada religión considera que su camino es el único que conduce hasta la cima de la montaña. Sin embargo, cuando uno alcanza la cumbre toma consciencia de que hay diferentes senderos para llegar hasta ella. Y que todos son igualmente válidos. En eso precisamente consiste reconectar con la espiritualidad laica: redescubrir la religiosidad yendo más allá de cualquier religión.” (“Blog de Borja Vilaseca. Diferencias entre la religión y la espiritualidad”).

Las personas verdaderamente espirituales, lo manifiestan a través de su conducta durante la vida diaria. Se conducen bajo principios éticos y morales. Además, se ciñen a la “Regla de Oro”, que dice así: “trata a los demás como querrías que te trataran a ti”. No quieres que roben, pues tú no robes, pero es que yo no robo, ¿devuelves lo prestado?, ya sea dinero, libros o cualquier otro objeto; no quieres sufrir maltrato, no trates así a los demás; ¿quieres que se acabe la violencia?, pues no agredas a las personas, ni a los animales, etc. El Gurú Sri Swami Sivananda, lo expresó con total claridad: “La espiritualidad, desprovista de los principios morales, es un engaño”.

Eduardo Flores Zazueta

Un comentario en "La Religiosidad es múltiple, pero la Espiritualidad es única"

  1. La espiritualidad es el océano ilimitado dentro de cada uno de nosotros, gracias estimado Eduardo por tu siempre amoroso compartir.

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